Quería escribirte la carta más bonita del mundo. No la que te mereces, pero la que siento que te debo. No quiero escribirte las mismas cosas que le escribe cualquier persona enamorada a cualquier otra persona de la que está enamorada, sino que quiero hablarte de nosotros, de nuestra historia, de las cosas que vivimos y de las que jamás experimentaremos, de lo que hemos hablado y de lo que sólo han dicho nuestros ojos, de las cosas que nos han unido y sobre todo, de las que nos han acabado separando.
Nos conocimos de casualidad, una de estas ocasiones en las que piensas que las cosas pasan por alguna razón y en ese momento la razón era que teníamos que conocernos. Teníamos que saber que el otro existía. Muchas casualidades más tarde retomamos el contacto prohibido de un encuentro ya casi olvidado. Quizás en gran parte fuera por mi culpa y por este subconsciente mío que te saca a relucir cuando menos debe o cuando más te echo de menos yo, pero el caso es que volvimos a encontrarnos, aunque no debíamos; las normas no son algo que nos afecte a ti y a mi. Sin embargo, ese encuentro no hizo sino más daño dentro de nosotros y otros cientos de errores después te perdí. ¿Para siempre? Quién sabe... quizás algún día te des cuenta de que ese no es tu sitio, de que tu lugar está a mi lado, cerca de mi, que no hay otra persona que pueda ocupar ese hueco, aunque lo hayan intentado. Pone tu nombre. Sólo tú puedes ser soberano en el reino de mi vida. Sólo podemos ser completamente felices si estamos juntos. Sólo podemos ser uno si nos unimos los dos.
Quería escribirte la carta más bonita del mundo y me ha salido este churro. Tampoco te lo mereces, pero mi incompetente cabeza no da para más. Sólo quiero que me perdones, por cada error que he cometido, por cada estupidez que te he dicho sin pensar y cada cosa que no he hecho por sentir y por esta declaración de principios y de finales.
Quería escribirte la carta más bonita del mundo... algún día lo conseguiré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario