miércoles, 30 de noviembre de 2011

Metalingüismo.

He intentado odiarte en todos los tiempos y los modos del verbo. He intentado olvidarte por activa y por pasiva. Eres el complemento que siempre ha faltado en el predicado de mi vida, y lo cierto es que "tú" eres el sujeto de todas mis frases.
Puede que algún día nos toque vivir un futuro perfecto, olvidarnos de este presente que nos impera no cruzarnos y no volver jamás a aquel pasado imperfecto que tanto daño nos ha hecho. Mientras tanto, olvidaremos la segunda y la primera persona del singular, esperaremos poder emplear la segunda del plural y dejaremos que el subjuntivo dibuje los trazos de nuestros caminos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Conversaciones imaginarias I.

-Eres tan insegura... siempre buscas la aprobación de los demás para todo lo que haces.
-¿Tú crees?
-¿Ves? Ya lo has hecho de nuevo. No preguntes, afirma. Pero la cosa no se queda ahí, siempre tienes las grandes ideas, pero dejas que sean los demás los que las realicen, te da miedo mancharte las manos, aunque digas que no, te da miedo lo que piensen los demás de ti, te da miedo plantar cara y decir "aquí estoy yo". Te da miedo ser tan fuerte como aparentas, pero mírate, puedes serlo. Puedes ser lo que quieras.
-Pero no quiero cambiar, quiero seguir siendo como soy, tranquila y blanda... puede que a veces algo borde, fría y cortante, pero es sólo para mantener la barrera que me protege del mundo. No quiero que me hagan más daño, cuando dejo ver lo que realmente llevo dentro, alguien me hace daño. Siempre me hacen daño.
-Eres dulce, buena, vulnerable. Pero puedes ser fuerte aún siendo todo eso. La fuerza también reside en tener más voluntad y más cuidado a la hora de elegir con quién quieres ser tú misma, a quién quieres dale el poder de destruirte.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Ceniza entre los dedos II.

El trayecto no duraba ni diez minutos en coche, pero durante el camino apenas hablamos, pues yo iba concentrada en la carretera, en los pasos de peatones y en las señales de velocidad. Él iba tranquilo, o eso me parecía a mi, sin ánimo de molestar o decir algo que pudiera desconcentrarme. Siempre tan atento...
Apenas llevábamos saliendo juntos poco más de tres meses, pero nos sentíamos muy bien el uno con el otro, teníamos confianza y nos queríamos. Antes que Gonzalo, nunca había estado con ningún chico; en parte porque ninguno me llamaba la atención y en parte por la influencia de mis padres, pues no habían querido que saliese con nadie hasta que cumpliera la mayoría de edad. El colegio de monjas al que sólo asistían chicas había hecho el resto.
Pero Gonzalo... con él fue todo muy sencillo. Nos presentó mi mejor amiga, Daniela, en la última fiesta de primavera que celebró y en su casa y, desde entonces, fue todo sobre ruedas.
Perdida en mis pensamientos y casi sin prestar atención a la carretera, me salté un semáforo que estaba en rojo y un coche que venía por mi derecha frenó en seco y me pitó. Yo seguí avanzando, pero mi corazón se había desbocado y pronto estaba temblando. Paré al lado derecho de la calle y puse las luces de emergencia. Empecé a respirar profundamente.
-Cielo, no te preocupes –dijo Gonzalo, que se había abalanzado sobre mi para abrazarme. Yo no podía dejar de temblar, de hecho, ya notaba que los ojos se me habían empezado a empañar.
-Casi... casi nos mato –acerté a decir con las manos en la cara.
-No seas exagerada –me consoló él-. Sólo debes ir más concentrada en la carretera, a saber qué tenías en la cabeza.
Me sonrió y logré calmarme un poco. Siempre me serenaba esa sonrisa tan dulce enmarcada por unos cálidos ojos marrones. Me besó suavemente en los labios. Le devolví la sonrisa, aún nerviosa.
-Venga, Susi, que ya no nos queda nada –dijo.
No hizo falta más. Volví a encender el coche y nos pusimos en marcha. Esta vez no puse la radio. No quería distracciones.

Tres minutos más tarde, parábamos frente a la casa de Gonzalo. Suspiré. Estábamos vivos.
-Lo has hecho muy bien, pequeña –dijo mientras se desabrochaba el cinturón y se acercaba a mi-. Sólo necesitas un poco más de práctica y concentración.
Sonreí, tenía razón. No sabía muy bien qué me había pasado, nunca perdía la cabeza así como así.
-Sí, ha sido la primera vez que conduzco sola... un fallo lo tiene cualquiera. Me miró de la manera más dulce que puede mirar una persona. Gonzalo hacía que todo pareciese fácil. Me colocó un mechón de pelo rubio detrás de la oreja, aunque no me gustaba que se me vieran las orejas, le dejé hacer. Me atrajo hacia sí y me besó. Un beso largo en el que nuestras lenguas jugaron a echar un pulso. Un beso largo. Pausado. Poco a poco, apasionado. Al final no nos quedó más remedio que separarnos, aunque de mala gana.
-Este fin de semana estaré solo en casa. Puedes venir a comer el sábado y vemos una película –sugirió. Y aunque había intentado disfrazarlo, yo había captado perfectamente por dónde iban los tiros. Se me aceleró el corazón de los nervios. No estaba preparada para dar ese paso, y él lo sabía.
Sí, lo sabía, tener 18 años y conservar la virginidad no era algo que se estilara, pero era algo de lo que me sentía orgullosa. Había crecido en una familia muy tradicional, era hija única, así que toda la atención recayó en mi y mis padres se habían encargado muy bien de inculcarme esos valores, por lo que yo, a mis 18 años, seguía siendo virgen, en busca de un chico que valiera la pena al que darle mi mayor orgullo. Intenté relajarme.
-Sí, supongo que podré pasarme... –respondí desviando la mirada. El ambiente se había puesto tenso. Ambos podíamos notarlo.
-Está bien, en cualquier caso, iremos hablando esta semana.
Asentí y carraspeé. Él notó mi impaciencia y salió del coche, no sin antes dedicarme un suave beso en los labios. Arranqué el coche y, esta vez sí, puse la radio.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Aquí y ahora.

Y entonces frena en seco. Se da cuenta de que todo lo que se venía oliendo era cierto. ¿Por qué tenía esa intuición tan afilada? Al final, todo lo que le pasaba por esa cabecita suya acababa haciéndose realidad... en un momento u otro, de una manera o de otra... pero siempre acababa mal.
Y ahora esto. Otra discusión. Nunca se cansaban, parecía que eran éstas las que mantenían viva esa extraña relación que tenían desde hacía tantos años. Ni unos, ni otros habían conseguido que dejaran de hablar, que dejaran de encontrarse; y mucho menos las tontas disputas que ya se habían convertido en parte de sus vidas.
Dicen los niños que "los que se pelean se desean", y los niños (y los borrachos) siempre dicen la verdad, ¿no?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

I was only dreaming...

"I'm not a perfect person, there's many things I wish I didn't do, but I continue learning. I never meant to do those things to you and so I have to say before I go that I just want you to know:
I've found a reason for me ,to change who I used to be; a reason to start over new... and the reason is you.
I'm sorry that I hurt you, it's something I must live with everyday, and all the pain I put you through, I wish that I could take it all away and be the one who catches all your tears... That's why I need you to hear:
I've found a reason for me, to change who I used to be; a reason to start over new... and the reason is you.
I'm not a perfect person, I never meant to do those things to you... and so I have to say before I go that I just want you to know:
I've found a reason for me, to change who I used to be; a reason to start over new... and the reason is you.
I've found a reason to show a side of me you didn't know, a reason for all that I do... and the reason is you."

lunes, 21 de noviembre de 2011

Olvida.

Intentamos almacenarlo todo en la memoria, las sonrisas, las miradas, los gestos, las palabras, los besos... cuando no nos damos cuenta de que, en realidad, lo bonito es olvidarlo todo, porque así, cada vez que vivimos algo, es como la primera vez.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Ceniza entre los dedos I.

Metí primera y fui soltando el embrague poco a poco mientras aceleraba progresivamente. El nuevo Mini se puso en marcha suavemente y avanzó unos pocos metros sobre el asfalto de la carretera. La sonrisa se dibujó en mi cara y miré a mi padre radiante de felicidad.

-Gracias, papá. Va como la seda. Me encanta.

Apagué el motor y eché el freno de mano.

Mi padre sonrió satisfecho. Miré por el retrovisor buscando la aprobación de Gonzalo, quien me la concedió a través del pequeño espejito en forma de sonrisa. Qué sonrisa tan bonita tenía.

-Bien, pues ya es tuyo, Susi –interrumpió mi padre-. Puedes sacarlo a pasear cuando quieras. Ahora, desbloquea las puertas, que tengo que seguir trabajando.

Dicho y hecho. Apreté el botón que quitaba la seguridad de las puertas y mi padre se bajó del coche a la vez que Gonzalo, quien ocupó el asiento delantero.

Antes de marcharse de nuevo a casa, papá volvió a acercarse al coche, parecía que había olvidado algo. Bajé la ventanilla de inmediato.

-Ten cuidado y no llegues tarde a cenar, ¿me has oído, Susana? Mañana tienes que madrugar –dijo severamente.

-Claro, papá. Sólo voy a llevar a casa a Gonzalo y vuelvo.

Por fin cruzó la verja que bordeaba la parcela y salvó la distancia que le separaba de la puerta de la casa. Por fin me quedé a solas con Gonzalo.

-¿Has visto qué monada? –pregunté radiante.

Lo cierto es que, con la emoción del momento, apenas me había dado tiempo a fijarme en los detalles de mi nuevo coche. Era un regalo de papá por haberme sacado el carné de conducir durante el verano y me venía perfecto para ir y volver de la universidad, la cual empezaba al día siguiente. El Mini era blanco roto, de un tono crema y el techo era negro, al igual que los retrovisores; por dentro, estaba todo tapizado con cuero negro. Olía a nuevo, a esperanza y a cambios. No en vano, una nueva temporada iba a empezar en mi vida... La universidad. Se decía pronto.

-Es una maravilla... pero... ¿qué tal si lo pones en marcha? –Las palabras de mi novio me devolvieron a la realidad.

Volví a encenderlo, sintonicé Europa FM en el preciso momento que empezaba ‘Mr. Jones’. Esa canción me transmitía muy buenas vibraciones. No dejaba de sonreír. Y, entre sonrisa y sonrisa, nos pusimos en marcha en dirección a casa de Gonzalo.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Empezar por el principio...

Dicen que en los detalles está el demonio. Una vida tan larga como esta tiene muchísimos demonios. Por suerte, yo conozco a muchísimos ángeles.
Por fin, después de mucho pelear (literalmente) con la pestaña de diseño de nuestro querido Blogger, queda inaugurado 'Ceniza entre los dedos'. Y qué mejor manera de empezarlo con una cita (un poco modificada, todo hay que decirlo) de mi último regalo de cumpleaños, 'Canción de Hielo y Fuego: Juego de Tronos'.
En esta primera entrada podría poner mil propósitos y mil promesas para con este blog, pero no voy a hacerlo porque luego nunca lo cumplo, así que sólo diré que espero no abandonar y mandarlo junto con los dos anteriores al cementerio virtual (aunque sólo sea por lo que me ha costado hacerlo bonito) y que espero que os gusten las tonterías que escriba porque, tenedlo claro, aquí no hay cabida más que para tonterías.